Hablaba con fluidez español, holandés y francés, en un período histórico en el cual pocas mujeres sabían escribir.
Pertenecía a una cultura europeizante y fue educada por monjas católicas en el internado de Welgelegen en Curazao.
Sus habilidades, sus intervenciones en la vida pública y sus aportes a la literatura la reconocen como una mujer culta.
Colaboró muchos años, como escritora en el periódico dominicano Listín Diario.
En Los Prados, un sector de Santo Domingo, en su país natal, se extiende la calle Amelia Francasci (pseudónimo anagramático que creó la artista con sus nombres y apellidos), en honor a ella.