En Kriúkov, su padre fue nombrado oficialmente pintor en su nuevo trabajo y, poco después, ascendió a contramaestre en un taller de pintura.
El programa docente de la escuela era amplio, pero los alumnos no podían matricularse en los grados superiores.
Colgó la hoja de notas y, cuando el chico que ocupaba la última posición (un estudiante que, como comprobó después, había enfermado de tuberculosis, haciendo que esto influyera en sus notas) se vio en el tablón, el estudiante entró en un profundo estado de amargura, esto dio como resultado la conmoción a Makárenko.
El joven maestro comprendió que para educar no solo le hacía falta tener grandes conocimientos y ser un buen profesor, sino también comprender las peculiaridades de la vida de cada estudiante, tener en cuenta sus rasgos personales para influir en ellos.
En Kriúkov, Makárenko y otros profesores de la escuela estaban suscritos al periódico bolchevique Nóvaya Zhyzñ («Nueva Vida»).
[4] Makárenko buscaba centrar su atención no sólo en el sujeto obrero trabajador, sino también en la formación de la nueva sociedad que integrarían a la unión soviética, por lo tanto, forjar el carácter, conducta y personalidad eran factores de mayor relevancia.
La obra literaria se destaca por sus aportaciones teóricas con respecto al proceso educativo.
El modelo pedagógico empleado en esos 15 años se sustenta en las bases de la educación socialista, que tiene como premisa preocuparse por las relaciones sociales que existen tanto dentro de la institución como fuera de ella, por ende, parte de dos objetivos principales; el primero, es que el objetivo de la educación debe ir encaminada a la colectividad y el segundo, es que la educación se fomenta del trabajo, siempre y cuando estos se separen; el primer objetivo depende del segundo, porque gracias al trabajo se conforma la conciencia colectiva.
Esta última se refiere a cuando el padre no logra comprender ni pensar en los verdaderos fines de la educación, y por ello termina formando individuos obedientes, que saben acatar órdenes pero que a su vez son débiles en su interior.
En palabras de Makárenko: "La autoridad real se funda en la actividad cívica del padre, en su sentimiento cívico, en su conocimiento de la vida del niño, en la asistencia que le presta y en la responsabilidad por su educación".
Por aquellos tiempos, en el léxico pedagógico, «inspeccionar» significaba tanto como dirigir, y Makárenko afrontó de un modo creativo su nueva responsabilidad.
En sus clases combinaba lo cognoscitivo con lo emocional, sabía ocupar el tiempo libre de sus alumnos educándolos con actividades que no les exigían un gran esfuerzo intelectual: hacía funciones teatrales y organizaba juegos diversos.
Por ejemplo, para el centenario de la expulsión del ejército napoleónico de la tierra rusa, preparó un espectáculo teatral, que no solo entretuvo a la chiquillería del poblado, sino también a los adultos.
En 1914 se abrió en Poltava el Instituto Pedagógico, que preparaba maestros para las escuelas de enseñanza secundaria.
Sin embargo, la guerra civil entre el ejército blanco y los soviets estaba en curso, lo que complicó la situación debido a los elementos.
Uno de estos primeros jóvenes no tardó en realizar un atraco donde asesinó a un hombre, y fue detenido en el propio centro.
Le abofeteé con tanta fuerza, que vaciló y fue a caer contra la estufa.
Ellos mismos deberían educarse unos a otros, exigir, subordinarse, respetarse, preocuparse y ayudarse mutuamente.
El centro de menores no era una suma mecánica de individuos, sino que es un complejo social, del cual se enorgullecen tanto los muchachos como los educadores: es lo que se conoce como colectividad.
En primer lugar, se intentó rescatar a los residentes de la pobreza y la necesidad.
Makárenko sabía que sus pupilos, por culpa de la necesidad y bajo diversos pretextos, iban regularmente a la ciudad cometiendo atracos.
Para acabar con los robos, se exigía una determinada situación dentro de la colonia, y Makárenko aguardaba el momento propicio.
Con muchas dificultades a causa del racionamiento, los educadores lograron conseguir alimentos y los guardaron en la despensa de la colonia.
Makárenko probó a hacer guardia durante la noche, pero no aguantó más de tres.
Los educadores quedaron recompensados por todos sus esfuerzos para lograr tener unos intereses comunes.
Cuando Burún dijo a sus compañeros que ellos no eran quiénes para juzgarle, los residentes reaccionaron, rechazandolo socialmente: -¡¿Cómo, muchachos?
A los muchachos les asombraban sus novelas autobiográficas, ya que se sentían identificados.