El agua y otros fluidos en la placa descendente causan un flujo que se derrite en el manto superior, creando un magma que se eleva y penetra en la placa superior, formando un arco volcánico.
El peso de la losa descendente flexiona la placa adyacente creando una fosa oceánica.
Esta teoría se sostiene debido a la evidencia de que los sedimentos pelágicos y la corteza continental se subducen en procesos conocidos como subducción sedimentaria y erosión por subducción, respectivamente.
En general, hay un aumento en el grado metamórfico de la fosa al arco donde el grado más alto (de esquisto azul a eclogita) está estructuralmente elevado (en los prismas) en comparación con los depósitos más jóvenes (cuencas).
Las regiones de antearcos también son donde se emplazan las ofiolitas en caso de que se produzca la obducción, pero dichos depósitos no son continuos y con frecuencia pueden ser eliminados por erosión.
[5] Un buen ejemplo es el antearco de las Marianas, donde los científicos han realizado una extensa investigación.
Las propiedades erosivas de estos volcanes son consistentes con los grados metamórficos (esquistos azules) esperados para esta región en el antearco.