Antonio Fabrés

En 1875 recibió un premio por el que se fue pensionado en Roma,[2]​ donde pronto dejó de realizar esculturas y consolidó su maestría en la pintura casi exclusivamente.

La popularidad que había ganado durante su década en Italia le ayudó a abrir un estudio grande donde podría crear escenas complejas para las clases altas.

Su prestigio internacional aumentó, gracias al apoyo de su marchante Adolphe Goupil y los numerosos premios ganados.

[1]​ Debido a problemas con el director de la Academia, por su fama y personalidad, Fabrés decidió regresar a Europa en 1907, dejando una gran gama de opiniones diversas en sus alumnos; sin embargo, también les legó un conocimiento maestro acerca del dibujo, una excelente capacidad para resolver composiciones pictóricas complejas, y una afición por lo exótico, armas que fueron decisivas para el nacimiento de la Escuela Mexicana y del muralismo.

A cambio de esta generosa donación pidió al Museo que a un pasillo le fuera dado su nombre, pero el museo nunca construyó aquel pasillo y aunque él protestara varias veces, nunca cumplieron lo prometido.