Una versión abreviada y menos procaz del discurso se volvió icónica en 1970 con la película Patton, interpretada por George C. Scott, de pie ante una enorme bandera estadounidense, lo que ayudó a cimentar la popularidad del general californiano.
Al momento de los discursos, Patton intentaba mantener un bajo perfil ante la prensa, por órdenes del General Dwight Eisenhower.
Cada discurso fue dado ante una división comandada por un general e integrada por 15.000 o más hombres.
Patton sólo mencionó brevemente los discursos en su diario, comentando: "Como en todas mis charlas, enfaticé la necesidad de atacar y matar".
El discurso más tarde se haría tan popular que se lo conoce sencillamente como "la arenga de Patton" o al hablar del general simplemente como "la arenga".
Todo americano juega siempre para ganar, yo no apostaría el pellejo por alguien que, perdiendo, se riera.
Solo el dos por ciento de los que estáis hoy aquí morirá en un gran combate.
Pero eso, como todo lo demás en este ejército, tiene un propósito bien definido: garantizar obediencia instantánea a las órdenes y generar un estado de alerta.
Un hombre no puede bajar la guardia un segundo si pretende seguir respirando al minuto siguiente.
Los de intendencia son necesarios para traernos la comida y la ropa porque a donde vamos no hay ni siquiera una mierda que robar.
Todos y cada uno de los hombres debe pensar, no solo en sí mismo, sino también en el camarada que lucha a su lado.
Me paré y le pregunté qué coño estaba haciendo ahí arriba, bajo ese fuego.
Días y noches manejando por las malditas carreteras, sin parar ni desviarse, con proyectiles estallando a su alrededor.
Todos los eslabones de la cadena tiraron a un tiempo y esta se hizo irrompible.
La forma más rápida de acabar esta guerra es ir a por los bastardos que la empezaron y barrerlos del mapa.
El camino más corto a casa pasa por Berlín y Tokio.
Cuando un soldado se pasa todo el día en una trinchera, tarde o temprano un alemán lo hallará y lo ensartará.
No quiero recibir ningún mensaje que diga: “Estamos sosteniendo nuestra posición”.
Nosotros avanzamos constantemente y no estamos interesados en sostener nada salvo al enemigo por las pelotas.
No quiero oír de nadie bajo mi mando capturado a menos que sea por haber estado herido.
Se supone incluso que yo no debo estar en Inglaterra al mando de este ejército.
Queremos desatar el infierno allí, limpiar ese desaguisado y proseguir cuanto antes a por esos japos que mean morado,[2] antes de que los malditos Marines se lleven todo el mérito.
Podréis estar agradecidos que, dentro de 20 años, cuando os halléis sentados al calor de la lumbre con vuestro nieto en la rodilla y os pregunte que hicisteis en la Segunda Guerra Mundial, no tendréis que toser, cambiarlo de rodilla y decirle: «Bueno, tu abuelito paleaba estiércol en Luisiana».
No señor, lo podréis mirar fijo a los ojos y decirle: «Hijo, tu abuelito marchó con el Gran Tercer Ejército y con un maldito hijo de perra llamado George Patton».
Estaré muy orgulloso de dirigiros en esta lucha muchachos, siempre y en todo lugar.
La fuerte reputación del general generaba gran entusiasmo entre sus hombres y lo escuchaban atentamente, en absoluto silencio.
Como señaló luego un oficial: "Los hombres instintivamente percibieron el hecho y la marca distintiva que ellos estarían desempeñando en la historia por esa causa, pues se les estaba informando de ello.
Patton le imprimió un tono de humor al discurso, buscando adrede que sus hombres se rieran con sus giros heterodoxos.
Observadores apuntaron más tarde que las tropas parecieron divertirse sobremanera con los discursos.
En respuesta a las críticas por la crudeza de su lenguaje, Patton escribió a un familiar: "Cuando quiero que mis hombres recuerden algo importante, que se les pegue, les meto el doble de obscenidades.