En Occidente, Platón (Theaetetus 158b-d) y Aristóteles (Metafísica 1011a6) se refirieron a este rompecabezas filosófico.
Este tipo de argumento a veces se conoce como la "paradoja de Zhuangzi": El que sueña con beber vino puede llorar cuando llegue la mañana; el que sueña con llorar puede salir a cazar por la mañana.
El argumento del sueño llegó a ocupar un lugar destacado en la filosofía budista tibetana y mahayana.
Como dice Chögyal Namkhai Norbu: "En un sentido real, todas las visiones que vemos en nuestra vida son como un gran sueño...".
[2] En este contexto, el término 'visiones' denota no solo percepciones visuales, sino también apariencias percibidas a través de todos los sentidos, incluidos sonidos, olores, sabores y sensaciones táctiles, y operaciones en objetos mentales percibidos.
Soñar proporciona un trampolín para quienes cuestionan si nuestra propia realidad puede ser una ilusión.
[6] Muchos filósofos contemporáneos han intentado refutar el escepticismo de los sueños en detalle (véase, por ejemplo, Stone (1984)).
[8] Jonathan Ichikawa (2008) y Nathan Ballantyne e Ian Evans (2010) han ofrecido críticas sobre la solución propuesta por Sosa.