En 1781 los otomanos, bajo la dirección de ingenieros franceses, construyeron una fortaleza en Anapa, en la orilla nororiental del mar Negro con el fin de mantener su influencia sobre los pueblos musulmanes del Cáucaso Norte y poseer una base de operaciones para futuras acciones contra Rusia en las zonas del Kubán y el Don, y en Crimea.
El lado este, por el que se unía al continente, estaba protegido por un alto terraplén y un profundo foso.
Ya en 1788 fracasó el intento de capturar la fortaleza llevado a cabo por un destacamento bajo el mando del general en jefe Piotr Tekeli.
Aprovechándose de la sorpresa, el ejército ruso irrumpió en el foso y comenzó a escalar las paredes, encontrando allí una fuerte defensa, trasladándose el combate al terraplén.
Desde las montañas descendían atacando el campamento ruso 8 000 jinetes circasianos y otomanos, que fueron rechazados por la caballería.
La guarnición sufrió cerca de 8000 bajas, tomándose cautivas 13 532 personas, incluyendo a los comandantes y al jeque checheno Mansur Ushurma.
Se capturó o destruyó casi toda la artillería (83 cañones y 12 morteros), tomándose 130 banderas.