La primera edición conocida fue obra de Justo García Morales, que algunos estudios atribuyeron, con escaso fundamento, a Gómez Manrique.
Aunque el hispanista Ronald E. Surtz[2] relacionó todo el proceso con lo que él llamó la conexión francesa, refiriéndose a la filosofía franciscana que envuelve la figura de Cristo en este texto.
[4] Dado que la estructura del Auto de la huida a Egipto es pareja a la de otros autos de pastores (es decir, no parece pensada para representarse en un templo, sino para el espacio doméstico cortesano o, con mayor probabilidad, conventual), su argumento es sencillo, con dos cuadros paralelos: la huida de la Sagrada Familia de la matanza de Herodes (mezclada con pasajes apócrifos del Pseudo Mateo y del segundo Evangelio árabe de la Infancia[5]), y, por otro lado, el retrato de la vida en el desierto del Bautista.
El atrezo del auto tuvo que ser muy elemental: pequeños objetos domésticos (ramos, yerbas, un tarro de miel).
Se deduce que toda la comunidad de monjas participaba en la representación, repartiéndose palabra, canto y acción.