Junto a sus padres permaneció en Niza y en el castillo de Céleyran en Salles-d'Aude, entre otros lugares.
Su reflejo se ve borroso, a contraluz y el espejo es claramente visible, lo que revela inmediatamente su método de trabajo.
El historiador del arte Jordi Vigué también ve cierta trascendencia en la distancia que el pintor crea en su retrato.
Se refiere al reloj con la estatua del jabalí como volat irreparible tempus (el tiempo pasa irrevocablemente) y a la vela en el candelero como quotidie morior (muero un poco cada día).
[3] Es curioso que Toulouse-Lautrec casi siempre se retratara a sí mismo irónicamente o como una caricatura en sus autorretratos posteriores.