Bailarinas de azul

Degas interpreta este arreglo de ropa con cadencias teatrales, escenificando un verdadero ballet en el que giran miembros, bustos y rostros.

Aunque la impresión que da el cuadro es la de una visión accidental, Degas medita muy claramente sobre los equilibrios compositivos del pastel, ya comentados.

Además, atento a los dibujos al carboncillo o a lápiz de los maestros modernos, el pintor orquesta un hábil juego de sombreado.

Estos últimos, superpuestos entre sí, dan mayor cuerpo a las cuatro bailarinas.

«Amaba el cuerpo humano como armonía material, como bella arquitectura en movimiento», comentaba Charles Baudelaire.