A principios del siglo XIX determinadas prendas de vestir, con la finalidad de mantener la necesaria rigidez y que se pudieran mantener firmes, precisaban incorporar una estructura que fuera también flexible y resistente para poder adaptarse al cuerpo.
Fundamentalmente estas prendas eran los corsés para las damas y los cuellos de las camisas para los caballeros.
[1] Considerando que en aquella época no se había inventado el plástico, debía acudirse a la naturaleza con la finalidad de poder encontrar algún elemento que tuviera esa doble y difícil condición de flexibilidad y a la vez no perdiera la estructura de refuerzo como un armazón.
Estas son lisas, flexibles, con bordes deshilachados, colocadas en dos filas paralelas, semejantes a enormes peines.
Yo particularmente utilizo unas ballenas metálicas de la marca Volhner que me dan un resultado inmejorable.