Con este Real Decreto se daba «luz verde» al primer banco provincial de España y, además se trataba, por primera vez, de un banco privado sin vinculación al Estado.
Estaba casado con Dorotea de Chopitea, que hizo una gran labor social en Barcelona.
En los estatutos iniciales se fijó en 100 el número máximo de acciones a suscribir por una sola persona.
El Banco de Barcelona tenía como objeto «los descuentos, préstamos, depósitos, cobranzas y cuentas corrientes».
Este sistema no gustó, inicialmente, a las autoridades, pero cuando a la primera crisis quebraron varios bancos y el Banco de Barcelona la superó sin problemas, el criterio cambió.
Así superaron la gran crisis de 1848 y el Banco se ganó el prestigio social que tuvo hasta su final, especialmente tras superar la segunda gran crisis general de 1866, que se llevó por delante a 25 entidades financieras españolas.
El primer local estuvo en una casa del conde de Santa Coloma, que luego pasó a Francisco Mandri (uno de los fundadores del banco), luego a Ignacio Girona y Targa junto con su socio Juan Bautista Clavé, para pasar finalmente a Manuel Girona y Agrafel, sita en la calle Ancha n.º 2, esquina con la plaza del Duque de Medinaceli, donde está actualmente el Registro Civil.
En esta casa vivían los Girona y los Clavé (hay una placa que recuerda que allí nació el músico Juan Anselmo Clavé) y allí también tuvo su primera oficina en Barcelona el Banco de España, cuando era director de la misma Ignacio Girona y Agrafel, hermano de Manuel.
El edificio fue remodelado y ampliado por Josep Oriol Mestres, quien le subió una planta, y le dio el aspecto que todavía conserva, un poco de fortaleza, que tanto convenía a la banca.
Alguna vez hizo una política menos conservadora, como cuando prestó 4.000 duros a Narciso Monturiol en 1862, para hacer las pruebas del submarino Ictíneo I.
Hacia finales del siglo XIX, el Banco de Barcelona inició su decadencia.
La Revista de Economía y Hacienda del año 1900 recoge la siguiente opinión sobre el banco:
En 1905, muere Manuel Girona y Agrafel, después de dirigir el banco durante 65 años.
El mismo año 1905 mueren sus tres directores: Manuel Girona, Jaume Ricart y Darío Rumeu (barón de Viver).
Todos ellos mueren viejos y habían llevado el banco, en los últimos años, como correspondía a su edad, con pulcritud pero sin ánimos.
Los tiempos están cambiando y en Barcelona se están introduciendo nuevas entidades bancarias que obligan al Banco de Barcelona a tener que luchar por el mercado, dejando de lado su tradicional actitud paternalista frente a la competencia.
Su plan fue recogido con apatía, por no permitir los estatutos sociales lo que proponía aunque, finalmente, sean modificados en 1913.
Estalla en 1914 la I Guerra Mundial, en un momento en que la economía catalana se halla en un período de decadencia.
Hubo un pánico que hizo a la gente retirar el dinero de los bancos.
Poca a poco se restableció la confianza y se descubrieron las oportunidades de la nueva situación, generando una nueva «fiebre del oro» en la que los industriales trabajarían a tope poniendo los precios que querían.
No obstante, durante la guerra abren oficinas en Barcelona muchos bancos extranjeros, que entran con fuerza y le hacen una dura competencia.
Los especuladores sobre materias primas y en moneda extrajera (para el pago de las compras) se hicieron ricos en poco tiempo.
Todo ello afectaba positivamente al Banco de Barcelona, que en 1917 y 1918 tiene unos resultados extraordinarios.
Esto produjo una retirada progresiva de depósitos del banco, que acabó siendo masiva.
El impacto es enorme, dada la imagen que tenía la gente del Banco de Barcelona, como entidad prudente e inquebrable.
Las acciones del banco bajaron mucho, pero los barceloneses no creían que la cosa pudiese ser seria, como no había sido seria la suspensión de pagos del Banco Hispano Americano unos años antes.
En 1924, se aprueba el Convenio con los acreedores y se constituye el Banco Comercial de Barcelona, que recoge los despojos del Banco de Barcelona, haciéndose con sus activos y pasivos.
La quiebra del Banco de Barcelona supuso un rudo golpe a la burguesía catalana, especialmente a la vinculada al textil, que falló por omisión, primero, y por falta de valor, después.
Todo ello junto, llevó a la tumba al primer banco privado español de carácter moderno.