Cuando volvía al sur, León Focas le tendió una emboscada en el desfiladero de Andrassos.
Saif al-Daulá perdió en ella gran parte de sus tropas y, aquejado por la enfermedad, no pudo ya volver a hacer correrías tan al interior del territorio imperial.
Este había fijado su capital en Alepo en el 945, y pronto extendió su autoridad por Siria del norte, gran parte de Mesopotamia superior y lo que quedaba de las marcas fronterizas (thughūr) del Califato abasí.
Poco después acordó una tregua con los bizantinos, de manera que la guerra no volvió a reanudarse hasta el 948.
[5][6] Inicialmente, mandaba a los bizantinos el Doméstico de las escolas (jefe del Ejército) Bardas Focas el Viejo; pese a haber sido un subordinado eficiente, no lo fue tanto como jefe del Ejército.
[9] En noviembre del 950 obtuvo una victoria importante sobre Saif al-Daulá, que había penetrado profundamente en el Asia Menor bizantina desde Cilicia y vencido a su padre en una batalla.
[16] Saif al-Daulá invadió el imperio con copiosa caballería —las fuentes no concuerdan respecto al número: entre tres y treinta mil jinetes—[20][21] y no encontró oposición hasta que llegó a la fortaleza de Carsiano, capital del thema homónimo.
Tomó la fortaleza, la saqueó y pasó por las armas a la guarnición; seguidamente los musulmanes saquearon e incendiaron la comarca, haciendo abundantes prisioneros.
[22] La invasión parece que evitó los principales centros urbanos y fortalezas, a excepción de Carsiano; aparentemente, el objetivo de la compaña no era conquistar una población concreta, sino desorganizar la frontera enemiga mediante una expedición larga.
[16] A finales del otoño, emprendió la vuelta al sureste, llevando consigo el botín y los cautivos obtenidos en la campaña.
Las tropas bizantinas ocuparon el fortín que allí había y las escarpadas laderas del desfiladero.
La batalla fue una aplastante derrota hamdaní; León el Diácono afirma que años después todavía se podían ver los huesos de los numerosos caídos en la batalla y los cautivos fueron aún más numerosos —según Juan Escilitzes, llenaron las ciudades y las granjas de esclavos—.
Las derrotas que los bizantinos le infligieron a Saif al-Daulá en los años siguientes se consideran consecuencia inevitable del resultado de esta batalla.
[53] Pese a esto, la incursión del 960 fue la última de semejante envergadura que emprendió Saif al-Daulá,[53] y los bizantinos no le dejaron recuperarse: nada más regresar victorioso de Creta a mediados del 961, Nicéforo Focas reanudó la guerra en el este.
Saif al-Daulá intentó en vano frenar el avance enemigo en Cilicia; Focas, al frente de unos setenta mil hombres, tomó Marash, Sisium, Duluk y Manbiy, y se hizo con los puertos occidentales del Anti-Tauro.
Nicéforo se dirigió al sur y a mediados de diciembre apareció por sorpresa ante Alepo.
[54][60][61] Saif al-Daulá falleció en febrero del 967 en Alepo, con su emirato sumido en rebeliones y sufriendo correrías bizantinas que llegaban incluso a la Mesopotamia superior.