En ella manifestó Uraga que su ejército venia perseguido por la División Douay, la mejor y más numerosa del cuerpo francés expedicionario en México, que en aquellos momentos debería encontrarse en Zipimeo, á dos jornadas cortas de Morelia, y que por lo tanto era preciso apoderarse de la plaza en un solo ataque, aprovechar los elementos de guerra en ella existentes y evacuarla en seguida para no exponerse á una derrota por parte de la columna francesa.
Entonces la poderosa artillería del Ejército republicano rompió sus fuegos al Norte y Poniente de Morelia.
Momentos después, se oía al rededor de la ciudad un trueno sordo é incesante.
La columna á cuyo frente marchaba Caamaño, acometía con tal valor y decisión, que los defensores del Prendimiento pidieron auxilio de una manera desesperada.
Pero mientras el enemigo se engrosaba con tropas de su reserva, los nuestros disminuían sin poder ser reemplazados.
Sus soldados recogen el cadáver; se introduce la confusión; Márquez recobra la trinchera y los nuestros retroceden.
Entretanto Cáceres se ha arrojado sobre las fortificaciones del ISmo Perdido y de la Soterraña.
Sólo el general Espindola se presta á dar auxilio con su pequeña brigada.
Como un león se arroja Márquez con la numerosa reserva sobre los mil hombres de Cáceres: el empuje es irresistible, Espíndola es herido, perdemos la pieza de artillería quitada al enemigo, y éste recobra sus parapetos.
Por su parte este general había amagado las trincheras colocadas en las calles contiguas á Capuchinas; pero lo hizo con tal arrojo, que sus soldados se apoderaron de ellas.
Si por estos puntos nuestros soldados daban muestras de intrepidez, la brigada Etizondo no permanecía ociosa.
Ahí se empeñó un combate que, por nuestra parte, sólo en apariencia era formal.
Conocedor del terreno, y sabiendo aprovechar sus accidentes, cuando los que sostenían las trincheras sintieron aquel movimiento, fué cuando ya los republicanos se arrojaban sobre los parapetos, y no obstante la bizarría con que se hizo la defensa.
Si Uraga hubiera tenido una fuerza de reserva y personalmente hubiera estado en el campo de batalla, multiplicándose en todas partes, como lo hizo Márquez, ¡en aquel momento Morelia habría caído en su poder!
El general Tapia dio la orden de retirada, y en aquellos momentos llegaba Márquez Con toda la reserva.
El general Tapia había ya reconcentrado las suyas, y en buen orden se retiró á la vista del enemigo.
Sólo puede explicarse por los sucesos que se verificaban en las demás líneas de ataque.
Entonces se trabó un reñido combate entre Gutiérrez y Regules, en los momentos en que éste recibía la orden de Berriozábal.
Inmensas pérdidas sufrió esta valiente brigada; pero la más sensible fué la del teniente coronel Antonio Chávez, herido en aquel acto, y que falleció tres días después en Tacámbaro.
Chávez era un acrisolado patriota; oriundo de Indaparapeo, desde joven se alistó entre los soldados del pueblo, adquiriendo sus ascensos por su valor y amor á la disciplina militar.
Entretanto, en el Prendimiento, muerto ya Padres, como la columna de ataque que mandaba Caamaño cejó un momento, Márquez, según vimos, reforzando aquel punto, pudo ocurrir por el lado de la Merced.
La ventaja numérica estaba ya por parte de los que defendían el parapeto.
Salazar, con aquel carácter impetuoso que le conocimos, no hizo caso del consejo, y ginete en su corcel, avanzó, lleno de ardor, dando a sus soldados la orden y el ejemplo del asalto.
Salazar cayó traspasado del pecho, con una herida que lo puso en peligro de muerte.
Berriozábal acude á quel sitio, nó pudiendo avanzar porque los dispersos se lo impiden; sin embargo, viendo rodeado de enemigos á su ayudante Manuel David Arteaga, se abre paso, le ordena que monte en ancas de su caballo, y ya al retirarse, el corcel dorado de aquel jefe recibe un bayonetazo que dificulta su marcha.
Para desalojarla, unieron sus esfuerzos Zires, Oronoz, Gutiérrez y Ramírez Arellano, que emprendieron un ataque vivísimo sobre aquella tropa republicana, la cual, viéndose sin apoyo, emprendió la retirada, siendo perseguida por una columna de infantería al mando del teniente coronel Francisco Kedonet.
De repente una bala surca su rostro, y Márquez, chorreando sangre, cae al suelo sin sentido.
La hemorragia no fue de gravedad, y recobrando a poco el conocimiento, pudo desde su cama seguir dictando órdenes.
Un cortejo fúnebre acompañaba el cadáver del general Padres, muerto por salvar a la patria!