El gobernante de la isla no tenía intenciones pacíficas con los españoles, por lo que Pizarro ordenó a sus tropas tomar las mayores precauciones.
A medida que los nativos se acercaban, muchos de estos murieron a causa de las lanzas enterradas, una técnica que los españoles habían perfeccionado durante las guerras italianas.
Otros punaeños, que cargaban confusamente, fueron diezmados por las líneas de arcabuceros.
A la larga, Hernando Pizarro, sintiendo la debilidad del enemigo, reunió su caballería guiándolos en una carga.
Soto trajo consigo un centenar de hombres, entre ellos 25 jinetes, refuerzo significativo que decidió el triunfo español sobre los atacantes.