Batalla naval de Ragusa

[9]​ Sin embargo, la corte de Felipe III cedía a las antipatías cortesanas por el virrey y prefería conservar la paz conseguida en el Monferrato, por lo que se ordenó a Osuna cesar con su corso y devolver los buques incautados.

El 20 de noviembre Rivera se acercó a Ragusa con 15 galeones, tripulados por 2500 hombres sin contar la marinería.

Las naves españolas quedaron en pésima posición, ya que las corrientes disgregaron lentamente las flotas, pero mientras que las galeras venecianas podían operar sin viento y remolcar sus galeones, Ribera no podía hacer lo mismo al disponer solamente de galeones, cuyos botes no habrían estado a la altura de las galeras a la hora de remolcar.

Por su parte, Rivera envió al capitán Diego Duque de Estrada en una falúa a coordinarse con todos los buques españoles, animándoles a vender cara la vida en caso de un ataque en aquellas circunstancias y recordándoles que tendrían la ventaja en un abordaje.

[15]​ A las primeras luces del día 22, se levantó por fin un viento que, aunque soplaba en contra de los navíos españoles, les permitió juntarse orientando las velas.

Rivera pilló entonces por sorpresa a los venecianos al salir tras él en su buque insignia, el galeón Nuestra Señora de la Concepción, con tanto ímpetu que ni sus propios buques pudieron seguirle a causa de los malos vientos.

Se produjo un caos en la flota veneciana que el Nuestra Señora aprovechó para descargar su artillería contra ellos, dándoles de lleno y causándoles graves daños.

[16]​ Los restantes galeones españoles acudieron a resguardarlo, manteniendo la formación para no ser rodeados y uniendo su fuego de artillería al suyo.

Al cabo del rato, cuatro galeras se hundieron, y el mayor buque de ambas armadas, el gigantesco galeón veneciano San Marcos, de 60 cañones, quedó desarbolado.

[19]​ Por improbable o indemostrable que se supusiera, las noticias corrieron por toda Europa y alimentaron la ya existente Leyenda Negra que acusaba a los españoles de toda clase de perfidias.