La Bavaria en la Theresienwiese constituye una unidad figurativa y simbólica con la edificación de orden dórico con tres alas.
Esto le motivó a imaginar varios proyectos edilicios y artísticos de monumentos nacionales representativos.
El todavía príncipe heredero convocó a un concurso de ideas en 1833 para una edificación en la Theresienwiese, que "no podía ser copia del Walhalla, ni del Partenón", con lo cual se sugería utilizar otro estilo arquitectónico o bien un diseño imaginativo.
En los proyectos presentados se planteó una especie de lucha entre el clasicismo grecorromano y el romanticismo que abrevaba en la Edad Media.
Finalmente, en 1834 se decide, por motivos económicos, dejar a un lado los proyectos de Friedrich von Gärtner, Joseph Daniel Ohlmüller y Friedrich Ziebland, y se encarga a Leo von Klenze la construcción de la Ruhmeshalle; del mismo le impresionó la estatua colosal, nunca más vista desde la Antigüedad.