Poco antes del mediodía comenzó la aventura y el artefacto se mantuvo en el aire poco más de media hora, hasta que descendió en la antigua calle de Niño Perdido (actual Eje Central).
La multitud estaba sorprendida, y entre esta se encontraba el entonces presidente de México Antonio López de Santa Anna, quien quedó tan sorprendido que le concedió un permiso por los siguientes tres años a Benito, en el cual se estipulaba que los vuelos que se realizaran a lo largo y ancho del país estarían a su cargo, así como la autorización previa del mismo para cualquiera que quisiera intentarlo.
Al día siguiente volvió a Guanajuato y posteriormente, fue colocada una placa con su nombre inscrito en ella en la antigua Plazuela de Mexiamora, donde permaneció hasta 1876.
En 1845, fue nombrado director del Instituto Comercial, además impartía la cátedra de aritmética y contabilidad.
Volvió a elevarse en 1848 en León y su último vuelo se efectuó en 1853 en Querétaro.