En la circular fundacional de 1904, la directiva ofertaba los libros “… para poder leerlos a domicilio en medio del mayor sosiego… y para deleitarse en la lectura de las obras escritas por nuestros mejores novelistas contemporáneos”, entre los que se incluían los clásicos (Dante, Cervantes), los ilustrados (Rousseau, Voltaire), los novelistas europeos y españoles del XIX (V. Hugo, E. Zola, L. Tolstoi, Amicis, P. Galdós, B. Ibáñez, J. Valera, J. M. Pereda) y una larga nómina de teóricos del movimiento obrero (Fourier, Reclus, Marx, Proudhon, Bakunin, Kropotkin).
A partir de 1918 el Ateneo y la Biblioteca fueron dirigidos por un colectivo de intelectuales locales vinculados al Partido Reformista de Melquíades Álvarez y al periódico El Noroeste, órgano del reformismo asturiano (Antonio Ortega, Fernando García Vela , José Díaz Fernández, Julián Ayesta, Antonio Camacho Pichardo, José María Gutiérrez Barreal) que desarrollaron un detallado programa de actividades culturales con apoyos económicos del empresariado local, en especial del filántropo noruego Magnus Blikstad.
Los gustos dominantes entre los lectores denotan una gran continuidad y reiteración en las lecturas pues ya en 1911 los preferidos eran los narradores naturalistas Benito Pérez Galdós, Vicente Blasco Ibáñez y Armando Palacio Valdés, que veinte años después siguen siendo los más escritores más solicitados.
Al mismo nivel que los dos colectivos anteriores aparecen los grandes narradores eróticos de la época (Felipe Trigo, Eduardo Zamacois, Alberto Insúa, Pedro Mata Domínguez, Rafael López de Haro, José Francés), escritores con una fuerte demanda por parte del público femenino.
Hay que reseñar también el interés lector por la literatura francesa (Víctor Hugo, Emilio Zola, Alejandro Dumas, Balzac), por la rusa (León Tolstói, Dostoievski), por los grandes de la aventura juvenil (Emilio Salgari, Julio Verne, Curwood) y por algunas firmas de las nuevas generaciones literarias (Oscar Wilde, H. G. Wells o Ilyá Ehrenburg).