Fue nombrado capellán pontificio y luego arcediano de Ancona.
Ordenó sacerdote a San Nicolás de Tolentino.
Muy devoto de San Francisco, acogió en su diócesis a los Hermanos Menores, vistiendo él mismo el hábito franciscano.
Tenía gran fama por su afabilidad, paciencia y constancia.
Martín IV reconoció el culto en 1284, sin haber sido canonizado.