Un estatuto para ellos fue entonces establecido, similar al de los comerciantes públicos.
En septiembre de 1829, y reconociendo irregularidades en el origen de parte del material manejado por los vendedores, se les prohibió «hacer compras a niños, escolares, servidumbre, y domésticas, sin las autorizaciones correspondientes».
[12] Los libros de segunda mano de París han inspirado a los libreros en otras ciudades como Ottawa, Pekín, Tokio, Montreal, Quebec, etc.[11] Pero París, con sus cajas convertidas en quioscos casi desde que sale el Sol hasta que se pone, constituye aún hoy día la librería a cielo abierto más grande del mundo.
Sin embargo, el turismo que cambia muchas realidades, unido a la competencia de lo digital y lo electrónico, está haciendo que mes a mes, bajen las ventas de libros, y que, sin embargo, aumenten las de "souvenirs", pues estos puestos se han convertido casi en atracción turística y deben aprovechar esta circunstancia.
Pero dentro de este contexto un tanto adverso para la profesión, también se dejan sentir voces amigas.
Es el caso por ejemplo de Jean-Louis Crimon, quien se autocataloga incluso como un periodista buquinista.