El cónclave de 1623 convocó a los cardenales para elegir al sucesor del Papa Gregorio XV.
Durante ese tiempo, concretamente en noviembre de 1621, Gregorio XV emitió la bula Aeterni Patris, que estipulaba una nueva normativa sobre el cónclave.
Los Papas, a partir de ese momento, serían elegidos por votación secreta y escrita.
La elección por aclamación (como lo fue con Gregorio XV, y la mayoría de los papas en el siglo XVI) seguía siendo aceptada, pero luego ésta debía ser confirmada en votación escrita.
En la primera, el cardenal Barberini logró la mayoría requerida, pero se canceló la votación debido a razones de procedimiento.