Con el tiempo, este concepto etnológico, aplicado a la Prehistoria ha resultado ser metodológicamente muy potente tanto para organizar los datos arqueológicos, como para rellenar los vacíos de información.
[8] Como se indica en la introducción, la cadena operativa abarcaría todo el proceso dialéctico entre el ser humano y sus herramientas, desde la búsqueda de la materia prima hasta que se desechan las piezas, pasando por todas las etapas intermedias de su fabricación, uso y mantenimiento.
Se pueden encontrar cadenas operativas singulares; pero, lo más corriente es que aparezcan repetidas en varios yacimientos, respondiendo a una misma estrategia aplicada por los humanos prehistóricos en diferentes contextos.
Incluso, cuando se identifican varias de esas cadenas operativas en una determinada excavación, o yacimiento al aire libre, nunca estarán completas; pero al cotejar los datos de investigaciones paralelizables, es posible rellenar muchos vacíos.
En la tipología lítica, por ejemplo, se dedica mucha más atención a las llamadas piezas retocadas, a las que considera herramientas auténticas; aparte, tales piezas son consideradas en tanto que productos terminados, esto es, desde un punto de vista sincrónico, sin tener en cuenta ni la diacronía, ni la dialéctica de su biografía tecnoeconómica.
En tanto que método de estudio, la cadena operativa también intenta establecer relaciones del subsistema tecnológico con el subsistema económico y con e subsistema social del grupo humano; solo de este modo será posible demostrar hasta qué punto las piezas, los gestos y las habilidades han sido libremente seleccionadas por el artesano o le han sido impuestas por las exigencias del entorno físico, los límites de su desarrollo técnico o la idiosincrasia de su cultura.
Sin embargo, los investigadores más audaces no se conforman con el estudio de la cultura material, dirigiendo sus esfuerzos a la posible articulación de todos los datos, gracias la colaboración interdisciplinar, para obtener unos resultados lo más ricos posibles.
Ya se ha mencionado que la cadena operativa es un método aplicable a múltiples facestas de la actividad económica, e incluso social, del ser humano prehistórico.
Por economía nos referimos —en este asunto en concreto— a la diferente forma de utilizar la materia prima, los soportes, etc.
[13] Desde hace mucho se han realizado estudios sobre la procedencia de ciertas materias primas exóticas en culturas prehistóricas (sobre todo el ámbar o la obsidiana); pero también es necesario investigar qué ocurría con los materiales líticos vulgares, esenciales para la supervivencia cotidiana.
Sin embargo, esta afirmación es demasiado general: es necesario precisar qué ocurrió en cada periodo, en cada región y en cada yacimiento.
Ciertos yacimientos existen precisamente porque allí es posible extraer una roca determinada, es lo que se llaman talleres líticos, pero es necesario determinar si la ocupación es un taller (o talleres) y, además, un área de habitación.
Por último, en Kvernepollen en Bergen, cuyo ecosistema costero era muy similar al de Farsund, aunque se disponía de cuarcita, se ha podido determinar que se importaba sílex del interior en forma de productos esbozados (núcleos o utensilios), hojas y grandes lascas; según los estudios del citado investigador británico, el sílex se usaba en tareas ordinarias, previsibles, mientras que sólo recurrían a la cuarcita local cuando surgía algún imprevisto o cuando se les agotaba el sílex (especialmente en las expediciones de caza o recolección fuera del asentamiento principal).
[13] En conclusión, cuando la materia prima es alóctona, como en el ejemplo citado, la cadena operativa debería intentar averiguar bajo qué forma se transportó el material, si en la cantera se realizó algún tipo de desbastado o preparación previa, o si fueron trasladas ya terminadas al asentamiento.
Estos términos describen actividades muy precisas y son tratados en artículos aparte.