Caldera (calefacción)

Básicamente una caldera de calefacción consta de un hogar, donde se quema el combustible, y un intercambiador donde el calor producido por la combustión se trasmite al caloportador, que lo lleva a los emisores o elementos terminales.

Cuando el combustible es líquido (gasóleo) es necesario pulverizarlo para conseguir la mezcla, por lo que requieren un inyector especial.

Los combustibles gaseosos también deben mezclarse con el aire, aunque no es necesario pulverizarlos.

Las más corrientes (llamadas pirotubulares) consisten en un haz de tuberías introducidas en el caloportador.

Además hay calderas específicas para gases combustibles que tienen un quemador atmosférico.

Las más conocidas de estas calderas son las llamadas murales, aunque también existen en tamaños grandes.

Por la portilla de este entra el aire necesario para la combustión y los humos salen por un conducto (humero o chimenea) vertical, por tiro térmico, conducto que parte desde el brasero.

El propio tiro térmico crea en el hogar una falta de presión que aspira el aire necesario para la combustión; la cantidad de aire puede regularse abriendo, más o menos, la portilla del cenicero; a menudo esta portilla tiene unos orificios que pueden abrirse o cerrarse a voluntad mediante una mariposa.

Una caldera combinada es la que se utiliza para calefacción y agua caliente sanitaria.

Entre unas cosas y otras, el rendimiento instantáneo de una caldera oscila entre el 70% y algo más del 90%, sobre el poder calorífico inferior del combustible, teniendo mejor rendimiento las calderas grandes; también mejora el rendimiento parcializando la generación de calor, con dos o más generadores en paralelo o con quemadores de tres etapas o modulantes, de modo que alguna caldera no pare en ningún momento.

Caldera de condensación