Por lo tanto, aunque si bien estaba ansiosa por regresar, el viaje se vio marcado por la pena.
Al final del segundo viaje, Mary Shelley pasó un tiempo en París y se asoció al movimiento «Joven Italia», conformado por exiliados italianos que estaban a favor de la independencia y unificación de Italia.
El objetivo de Shelley era que los revolucionarios italianos, tales como Gatteschi, sintiesen empatía con Inglaterra.
Aunque si bien la misma Shelley consideró «pobre» a su obra, los críticos la elogiaron, destacando su independencia de pensamiento, su ingenio y su sentimiento.
Los comentarios políticos sobre Italia por parte de la autora fueron elogiados en forma especial, particularmente porque los había escrito una mujer.
Desde la Edad Media hasta finales del siglo XIX, Italia estuvo dividida en varios ducados pequeños y ciudades-estado, algunos de los cuales eran autónomos y otros estaban bajo la soberanía de Austria, Francia, España o el Papado.
[4] Los años que la pareja pasó en Italia estuvieron marcados por una intensa actividad intelectual y creativa.
Mary Shelley siempre había querido regresar a Italia y planeó con entusiasmo su viaje de 1840.
[5] Sin embargo, el regreso fue doloroso ya que le hizo recordar constantemente a Percy Shelley.
[6] Mary Shelley comenzó a sentir malestar y tuvo que detenerse para descansar en Baden-Baden; padecía fuertes dolores de cabeza y «temblores convulsivos», síntomas del meningioma que finalmente la llevaría a la muerte.
[8] Mary Shelley permaneció en Italia, esperando el dinero que le permitiría completar su viaje.
[13] El grupo visitó Lieja, Colonia, Coblenza, Maguncia, Fráncfort, Bad Kissingen, Berlín, Dresde, Praga, Salzburgo, Tirol, Innsbruck, Riva, Verona, Venecia, Florencia y Roma.
[17] En París, Mary Shelley se asoció con gran parte de los exiliados italianos que conformaban el movimiento «Joven Italia».
[20] Jeanne Moskal, la editora más reciente de Caminatas, sostiene que Mary Shelley se sentía atraída por Gatteschi porque este se parecía a Percy Shelley: era un escritor aristocrático que había sido rechazado por sus padres como consecuencia de su liberalismo.
[27] El texto se basa en gran parte en la correspondencia que intercambió durante sus viajes con su hermanastra, Claire Clairmont.
Con el apoyo del gobierno británico, Knox viajó a París y logró que la policía francesa confiscara la correspondencia de Gatteschi.
Mary le escribió a Claire que «el embargo es un poder lamentable», pero no se arrepintió de haberlo utilizado.
Mediante veintitrés cartas conversacionales, Shelley describe sus viajes desde Praga hasta el sur de Italia.
Los viajes hacia el continente para la clase alta británica no eran únicamente educativos, sino que también se consideraban nacionalistas.
Las guías y los manuales se publicaron para este nuevo viajero, que no conocía la tradición del Grand Tour.
Esto significaba que decían haber experimentado la verdadera cultura de un lugar y que sus reacciones ante este habían sido específicamente personales, algo contrario a los autores de las guías genéricas, cuyas respuestas eran siempre impersonales.
Mientras que las guías de Murray, por ejemplo, no solían tener tintes políticos, Shelley sostiene en el prólogo a Caminatas que su libro era único porque retrataba a los italianos «mediante un punto de vista político».
[53] A diferencia de The Spas of Germany (1837) de Augustus Bozzi Granville, el cual presenta un respeto victoriano por el orden, la autoridad política y la documentación adecuada, Shelley se centra en sus propias reacciones ante estas experiencias.
[65] La solución a los problemas de Italia, según Shelley, no es la «subyugación» ni la «revolución», sino la «mediación pacífica».
[69] Shelley, por lo tanto, contiende que el Risorgimento está inspirado principalmente por los ingleses y simplemente de manera secundaria por los franceses (nunca nombra a Napoleón).
Describe a los italianos como poseedores de un potencial para la grandeza aún sin descubrir, particularmente los campesinos:
[86] Para Shelley, al final lo que más la ayudó del viaje y de las visitas a las clínicas, fue poder apreciar los hermosos paisajes.
Mary Shelley le escribió lo siguiente a su amigo Leigh Hunt sobre Caminatas: «Me parece una obra espantosa, escrita en gran parte bajo un estado de dolor que me hace ver ahora sus páginas como si hubiesen sido escritas dentro de un sueño».
[94] Los críticos elogiaron la obra por ser «entretenida, para pensar y fácil de leer», aunque algunos opinaron que en ciertos pasajes se volvía demasiado melancólica.
Por ejemplo, un crítico afirmó que el gobierno de Austria había mejorado a Italia.