Campaña relámpago de la cruzada albigense

En la segunda mitad del siglo XII se había difundido en las tierras de langue d’oc el catarismo, considerado herejía por la Iglesia católica.

La creciente preocupación del papa Inocencio III le movió a enviar legados (entre los que se encontraba Arnaldo Amalrico) con el fin de erradicar esta herejía.

Este hecho fue considerado casus belli por el papa, que predicó la guerra santa contra Ramón VI de Tolosa (a quien consideraba responsable del homicidio) y sus vasallos el 10 de marzo de 1208, lo que permitía aplicarle la legislación de la Iglesia establecida contra los infieles, dirigida anteriormente a los sarracenos, que validaba expropiarle sus feudos, destruirlos y someterlo a servidumbre.

[2]​ El papa deseaba que fuera el propio rey de Francia Felipe Augusto quien liderara la cruzada contra los albigenses, pero sus intereses políticos en el norte (presionado por Juan Sin Tierra de Inglaterra y por Otón IV de Alemania), no le permitían desviar sus recursos hacia un conflicto que consideraba secundario en sus prioridades; pero si bien no lideró la expedición, permitió que se alistaran sus nobles, que alcanzaron un considerable número de quinientos caballeros, que según las características de las tropas de esta época, serían acompañados por el doble o el triple de escuderos (muchas veces a caballo, aunque más ligeramente armados) y peones, hasta llegar a unos 1000-2000 efectivos en total.

[4]​ Dado que la organización militar correspondió al Papado, ya que Felipe Augusto rechazó encabezarla, Inocencio III dio el mando directo de las operaciones a Arnaldo Amalrico, el joven y enérgico abad cisterciense y legado papal, que se demostró como el perfecto brazo de la línea dura para el exterminio de la herejía.

El 22 de julio una salida demasiado confiada de la guarnición dejó las puertas desprotegidas, por ellas entraron los cruzados y masacraron a gran parte de los pobladores, que Arnaldo Amalrico, a quien se atribuye la frase «matadlos a todos: Dios reconocerá a los suyos», cifró en casi 20 000 muertos, aunque la ciudad tenía unos 10 000 habitantes y no murió toda la población, que siguió activa tras ser conquistada.

[7]​ La brutal conquista de Béziers extendió el temor por toda Occitania.

Pasado el verano los cruzados volvieron a sus tierras tras acabar la campaña militar, y con ello la guerra relámpago que permitió en tan poco tiempo a los cruzados tener una base firme de operaciones desde la que continuar la represión cátara, y encumbrar a un líder militar, Simón de Montfort, que pronto se revelaría como un gran estratega y un perfecto complemento del director de la cruzada Arnaldo Amalrico.

El papa Inocencio III entrega sus Sermones al abad de Císter Arnaldo Amalrico , arzobispo de Narbona desde 1212. Primera mitad del siglo XIII . Manuscrito XXIII F. 144, fol. 4v., Biblioteca Nacional de la República Checa .
Sello de Ramón VI de Tolosa , el principal magnate de los señores occitanos, contra los que Inocencio III proclamó la guerra santa .
Sello de Ramón Roger de Trencavel , el gran derrotado de la campaña relámpago cruzada, que murió a consecuencia de este conflicto.
Sello de Simón de Montfort de 1211.