Una vez concluido este usualmente aburrido ejercicio, hacía su entrada al patio el comandante del campo seguido de sus oficiales, quien saludaba con un rutinario ‘Buenos Días Personal’, que debía ser respondido por los prisioneros”.
[1] El resto del día los prisioneros lo dedicaban al deporte; fútbol, básquetbol, además del ping-pong para “celebrar efemérides o de dar un nuevo aliento a las prácticas de sociabilidad, se organizaron frecuentes campeonatos y olimpíadas en las cuales, competían sujetos que en la vida civil se habían destacado por sus habilidades.
En algunas oportunidades los equipos se conformaban por obreros y campesinos, para jugar contra intelectuales, o por vínculos”.
[1] Los prisioneros realizaban artesanías, como manualidades que eran luego entregadas a sus familiares en las visitas.
Su objetivo “fue denunciar al mundo el asesinato de camaradas que habían sido vistos con vida en recintos de muerte y tortura como Villa Grimaldi y que no obstante, aparecían en diarios apócrifos extranjeros como “ajusticiados” por sus propios camaradas como “traidores””.
Todo salió de maravillas, nació una robusta niñita y la madre no tuvo problema alguno.
En el lapso previo al parto tuve tiempo para pararme un rato en la puerta y mirar el cielo nocturno, después de mucho tiempo pude volver a ver las estrellas”.
no ha sido declarado por el Estado como Monumento histórico, para que sea recuperado como Sitio de Memoria.
El campo de prisioneros contó con cinco pabellones, cada uno con diez cabañas, que se distinguían por el color en sus puertas: amarillo, naranja verde, celeste y rosada.