La Corporación local estaba presidida por Antonio Mínguez Sánchez, monárquico, a comienzos de 1873.
A continuación, el alcalde se desplazó a Alicante para notificar todo lo ocurrido al gobernador civil, y de cómo los federales se habían apoderado del pueblo.
El día 15 la Corporación presidida por el alcalde Antonio Mínguez se reunió en el domicilio del concejal Manuel Torregrosa Saura.
Los ediles, tras oír al alcalde, acordaron que todos se mantendrían en sus puestos, que reconocerían al gobierno de la República constituida, y declararon ilegal la Junta Revolucionaria local y los hechos promovidos por ésta.
En Torrevieja se había cesado al alcalde Mínguez y a todos sus concejales con fecha 13 de abril, habiendo sido nombrado nuevo alcalde Francisco Gallud Rodríguez, a su vez destituido y sustituido por Francisco Gálvez con fecha de 12 de junio.
La anteriormente citada Concha Boracino asumió la presidencia del Cantón, caso inaudito para la época.
La Junta Federal, durante el tiempo que permaneció en el poder, procedió a la implantación del modelo republicano-federal: se volvieron a suprimir los arbitrios y consumos, que eran la principal fuente de ingresos municipales, y que tuvo como efecto imprevisto la ruina del contrabando, tradicionalmente protagonista de la economía sumergida torrevejense.
Al mando del Vigilante, vapor armado que capitaneaba ahora Solano, la expedición recaló en Torrevieja el 22 de julio.
El día 23 se repitieron las manifestaciones del día anterior y Gálvez, después de despedirse en el muelle de los miembros de la Junta Federalista Local y del numeroso público presente, embarcó en el Vigilante, que enarboló la bandera roja del Cantón y zarpó rumbo a Cartagena tras la estentórea orden de Gálvez, ¡A toa proa!, que delataba su escaso conocimiento del lenguaje marinero.
Torrevieja fue cantonal apenas siete días, desde el sábado 19 en que se proclamó el Cantón hasta el viernes 25 de julio[6] en que se restableció de nuevo el gobierno municipal leal a la República.
En un pleno al que se invitó a todos los grupos políticos de la localidad, se acordó buscar medios para remediar la precaria situación reinante, que afectaba a la convivencia ciudadana y a orden público: impedir que personas ajenas al pueblo sembrasen la inquietud y constituir rondas de voluntarios para poner remedio a los altercados nocturnos.
Al poco de empezar a hacerse efectiva ésta, Torrevieja sufrió un nuevo contratiempo: el 11 de septiembre una segunda expedición cantonal, sitiada Cartagena, se acercó a Torrevieja a bordo del vapor armado Fernando el Católico, escoltado por la fragata blindada Numancia.
En la memoria histórica del pueblo el efímero intento cantonalista quedó unido para siempre al nombre de una mujer singular: Concha Boracino.