Capilla de la Divina Pastora (Cádiz)

El Buen Pastor fue una de las figuras simbólicas más extendidas en los primeros tiempos del cristianismo y ha perdurado con fuerza hasta nuestros días.

Se representa a la Virgen con atuendo pastoril, cayado alto, sombrero de ala ancha, a veces vuelta, con o sin el Divino Infante y rodeada de corderos, que simbolizan al género humano.

A fray Isidoro no le gustaba el sitio, debido a los temporales que combatían, por lo que pidió permiso al Ayuntamiento para venderlo y comprar otro, hecho que se consuma en el campo de las Cererías de la entonces calle de Capuchinos, comenzando las obras este mismo año.

Esta portada tiene tres huecos superpuestos, abultados en sus trazados y con una pequeña figura en las claves.

Sobre el ángulo izquierdo y montado sobre el peto que culmina la fachada, se levanta el campanario, resuelto en espadaña doble mediante dos planos que forman un diedro, cuya arista coincide con el borde o límite de la construcción de la capilla.

La espadaña está articulada mediante pilastras toscanas, entre las que se abren vanos de medio punto enmarcados por baquetones mixtilíneos.

En los brazos, otros dos enormes retablos que vuelven a cubrir por completo la pared.

El altar mayor se desarrolla según un fantástico retablo, dividido en tres calles, separadas por estípites.

Como curiosidad deben notarse los confesionarios: están resueltos mediante unas puertas con su rejilla, que se insertan en los propios retablos formando parte de los mismos una vez replegadas aquellas.

Hay un precedente en el propio Cádiz, que es la Catedral Vieja, cuyas bóvedas esquifadas están tapizadas también con azulejería de variopintos modelos, resultando algo un tanto insólito sin paralelo cercano.

Miguel Martínez del Cerro dice en su obra “Un paseo por Cádiz” que este remate de la cúpula parece mexicano y casi chino.