Este proyecto comenzaría a construirse en 1951 y para el momento de su eventual finalización, se convertiría en la única obra del célebre arquitecto franco-suizo Le Corbusier en Venezuela.
Así como el proyecto no llegó a concretar su construcción, el nombre de este tampoco llegó a estar del todo claro, teniendo por designaciones como “Chapelle mortuaire” (del francés: Capilla mortuoria), tal como Lucie de Delgado–Chalbaud definió el encargo; “Chapelle Funéraire” (Capilla fúnebre), como aparece en los documentos del taller del arquitecto; “Pyramide”, como la llama Le Corbusier en su memoria; o “Chapelle commémorative pour les généraux Delgado et Chalbaud” (Capilla conmemorativa de los generales Delgado y Chalbaud), tal como lo publica la Fundación Le Corbusier.
Con ello, el arquitecto delimita un espacio, proyectado al cielo, en cuyo centro, según unos trazados reguladores levanta un volumen piramidal, que con el tiempo se convertirá en un paisaje atiborrado de tumbas y mausoleos de las más variadas formas y tamaños, aísla al visitante del mundo terrenal, para introducirle en un espacio que se abre hacia arriba.
De este modo, la diagonal que marca la dirección de la pirámide, queda reforzada por el fondo ciego que forman las caras norte y oeste, frente a las perforadas del sur y el este.
Le Corbusier quería una iluminación precisa para marcar la presencia sutil de los elementos de la capilla: la entrada, las tumbas y el altar, manteniendo un ambiente en penumbra que invite a la reflexión y al recogimiento.
Le Corbusier había dispuesto un árbol dentro del recinto, representando la única presencia vegetal del proyecto —suprimiendo cualquier opción de otras plantas o flores—, el cual según él “daría al conjunto una presencia viva y amigable”, pero dejando la elección de la especie a los promotores.