En su juventud, el Príncipe de Capua mostró un comportamiento inquieto y una debilidad por las mujeres bonitas.
Como su hermano aún no había tenido hijos, Carlos ocupó un alto cargo en la corte como presunto heredero de la corona hasta 1836, cuando nació Francisco, el hijo de su hermano.
Su hermano Fernando II prohibió su unión ya que sería un matrimonio desigual.
El Maestro de Facultades, Dr. John Nicholl, se negó a conceder la licencia por motivos de que la sucesión real podría verse afectada por el no reconocimiento del matrimonio en Nápoles.
Carlos se vio obligado a vivir el resto de su vida exiliado.
Como Mascali no se manejaba de manera eficiente, solo proporcionaba una pequeña renta y el príncipe tenía que vivir con modestia.
Durante años, Carlos intentó obtener el perdón de su hermano y que se le permitiera regresar a Nápoles, pero fue en vano.
Tuvo que instalarse en Londres a expensas de su esposa y sus familiares, acumulando deudas.
Fernando le había legado una pequeña cantidad de dinero, y el nuevo rey Francisco II, su sobrino ordenó la restauración de todos sus ingresos y propiedades.