En consecuencia el más elevado rango de la nobleza inca pertenece al aillu real del Inca Huayna Cápac, cuya casa fue la última en gobernar hasta y durante la conquista hispana.
Sin embargo otras investigaciones afirman que este linaje se extinguió en el año de 1624.
Lo cual estaría en duda, ya que actualmente existen descendientes de Francisco Proaño en el Ecuador y su única descendencia fue por medio de Isabel y María descendientes del Inca Atahualpa.
Tanto por su descendencia legítima como por sus hijos legitimados por el emperador Carlos V, tenemos las siguientes ramas: Son los descendientes de Quispe Topa Inka, que asumió el nombre colonial de Bartolomé Topa Atao o Quispe Tito Atauchi, quienes durante el siglo XVIII adoptaron el apellido Ramos Tito Atauchi y en el siglo XIX, el de Obando u Obando Titu Atauchi.
Sin embargo el estudio del genealogista Ronald Elward, refiere que más bien son descendientes del Canciller Titu Atauchi otro príncipe Inca hermano del emperador Huayna Capac Inca, cuya hija o nieta tuvo un hijo con el príncipe Paullo Inca, que fue legitimado por el emperador Carlos V, llamado Bartolomé Titu Atauchi.
Dejó vasta descendencia ilegítima, como Juan Melchor Carlos Inca, así como hijas que prolongarían el apellido en el Cuzco virreinal.
Sus principales miembros se establecieron en Azángaro ocupando la dignidad cacical, destacando entre ellos José Domingo Choquehuanca.
En la actualidad pertenecen a esta rama reconocidos políticos bolivianos como David Choquehuanca y Víctor Hugo Cárdenas.
Dicho proceso judicial fue lamentable y produjo difamaciones mutuas entre las dos familias, por eso también se afirma que Condorcanqui era un impostor.
Según referencia del historiador Manuel Jesús Aparicio, no tuvo descendencia o hijos, sin embargo dejó simbólicos herederos testamentarios, entre ellos los intelectuales cusqueños Rafael Aguilar Páez y Luis Felipe Paredes Obando.
Además se atribuyó la corona Incaica en forma arbitraria pasando por encima de otros legítimos herederos a dicho magno título.
[16] Frente a esto, la historiadora Rocío Quispe-Agnoli se ha mostrado algo escéptica, señalando en el 2021 que:[17][18]
Desde esa fecha se le ha perdido el rastro a los restos de los antiguos soberanos Incas.