Según el rango de severidad, existen castigos que pueden causar dolor físico o moral a una persona, e incluso llegar a la mortificación al corregir duramente, o todo lo contrario.
Históricamente, las potencias ocupantes, han utilizado el castigo colectivo como una forma de tomar represalias.
En casos más serios el castigo pueden ser multas y pagos de compensación que pueden ser considerados como restauración.
El sufrimiento del perpetrador es visto como algo bueno incluso aunque no conlleve beneficios a la víctima.
Un ejemplo menos violento y aun usado es poner jabón en la boca de los niños por utilizar lenguaje inapropiado.