Ya en la Edad Media había criminales que eran castigados encerrándolos para ello en la llamada torre del hambre, donde morían luego lenta y dolorosamente.
La Inquisición también utilizó el hambre como medio de presión para obtener confesiones forzadas.
En épocas más antiguas, hubo criminales que eran condenados a muerte por inanición.
En las cárceles de muchas dictaduras, los prisioneros eran (y son) sometidos privándolos para ello de alimentos haciéndoles pasar así hambre, para poderlos adoctrinar mejor después.
[3] Al mismo tiempo, el cuerpo pierde agua, por lo que el peso corporal disminuye aproximadamente un kilogramo por día.