Aprovechaba de esta manera un lugar de alto valor estratégico y comercial, que incluía un acantilado rocoso dominando en caída vertical el cauce del río Oust.
Enrique II vino en persona a dirigir la demolición del castillo del rebelde, haciendo que las ruinas fuesen sembradas de sal.
Olivier V de Clisson, que adquirió la señoría del lugar en el año 1370, reconstruyó en el lugar una imponente ciudadela, provista con ocho torres, junto con una torre del homenaje de 90 metros de altura.
En 1488, el duque de Bretaña Francisco II tomó el castillo, que demolió parcialmente.
En los antiguos establos del castillo se ha instalado un Museo de muñecas.