Este castillo se menciona por primera vez en una carta de 1410, cuando el rey Segismundo lo dona al hijo del nádor Nicolás Garai, Juan.
En 1458, los nobles del área se reunieron aquí para unirse al recién elegido Matías contra los husitas.
En 1459 o 1469, Matías lo donó a Imre Zapolya, tras lo que se convertiría en un importante centro para esta cada vez más influyente familia.
En los combates entre Zapolya y Fernando, las tropas imperiales vencieron al primero, dañando las murallas del castillo.
Acabó finalmente en manos de Fernando, que se lo concedió a Gáspár Serédi.
En 1538 los dos monarcas se repartieron el castillo entre los dos, manteniendo una guarnición mixta, aunque en la práctica los Serédi lo trataban como si fuera de su propiedad, recuperándolo formalmente en 1541 y conservándolo hasta 1555.
Su ataque fue repelido por el castellano, Ferenc Némethi, quien asimismo custodiaba al heredero István Serédi, pero pronto se pondría del lado de Juan Segismundo.
La construcción se vio obstaculizada por la escasez de materiales así como por las frecuentes reparaciones a los daños causados por las crecidas del río.
Este atacó en 1619 el castillo, pues era aquí donde se preservaba la Santa Corona Húngara.
En 1644, durante la campaña de Jorge Rákóczi I, la guardia entregó el castillo sin luchar.
Con la muerte de Jorge Rákóczi II, el castillo volvió a manos imperiales.
En 1660, el ejército del general de Souches acampó bajo sus muros durante casi un año preparando la campaña contra Transilvania.
En 1685, tras la caída y captura de Thököly, el general Schultz lo recuperó para los Habsburgo.
Al helarse los ríos los asaltantes realizaron una primera tentativa ante la que los defensores se rindieron.
Las murallas fueron completamente demolidas y se hizo pasar, mediante una zanja, el lecho del Bodrog por sus cimientos.
Fue modernizado en el siglo XVII, pero las restauraciones no pudieron evitar la rápida destrucción del castillo.
Tras la demolición del castillo, las crecidas de los ríos provocaron más daños a las ruinas.