Alojó a los descendientes del Condado de Pallars hasta el último, que fue Hugo Roger III.
Este recinto fue una construcción posterior, requerida por los duros períodos de tiempo en los que estallaban las llamadas «bandosidades» durante las cuales los ataques y saqueos en el castillo eran habituales.
En aquellas fechas, Hugo Roger se encontraba en Francia reclutando hombres para hacer frente a su rival monarquista.
Por este motivo el mando del castillo estaba en manos de su esposa Caterina Albert.
Este hecho, junto con las inclemencias meteorológicas del lugar, y el paso de los años han propiciado que hoy en día no queden más que los restos arruinadas de aquella importante fortaleza.