Celeste Caeiro

[3]​ Tenía familia en Amareleja, que durante los años finales del Estado Novo era considerada «la aldea más roja de Portugal».

Ese día, sin embargo, como estaba transcurriendo el golpe de Estado, el restaurante no abrió.

Cada persona se llevó un ramo de claveles rojos y blancos que había en el almacén.

El soldado le pidió un cigarrillo, pero Celeste no tenía ninguno; quería comprarle cualquier cosa para comer, pero las tiendas estaban todas cerradas, así que le dio las únicas cosas que tenía para darle: los ramos de claveles, diciéndole «Si quiere tome, un clavel se le ofrece a cualquier persona».

Celeste fue dando claveles a los soldados que iba encontrando, desde el Chiado hasta la Iglesia de los Mártires.