Durante sus exposiciones, se codeó con Antoine-Louis Barye que se impuso sucesivamente con el Tigre que devora un Gavial en 1831, y su monumental León con serpiente de 1833, dejando así, estos dos años allí, a Fratin en la sombra.
Terminó por encontrar el éxito y el aprecio: las críticas son elogiosas, sus obras se vendían bien.
El comprador fue un miembro del Parlamento, Lord Powerscourt, que destinó a estos grupos para situarlos en la entrada de su residencia.
Este trabajador infatigable exportó incluso sus obras hasta San Petersburgo donde decoraban el parque del zar de Rusia.
Estas mismas críticas destacaban su calor que sabía infundir a sus modelos y su capacidad para proporcionar obras de gran tamaño.
El artista, con las manos en los bolsillos, está vestido con su ropa de trabajo en el taller y cubierta la cabeza con un gorro.
Por fin, en septiembre de 1862, efectuó su último pedido por decisión ministerial del grupo en yeso, Cabra y cabritillo.
Desde allí, organizó su segunda venta, que se desarrolló del 16 al 18 de abril.
Esta venta está quizá inducida, por la esperanza de pedidos importantes y confirma la estructura comercial elegida por Fratin, que prefiere proponer sus obras en venta pública más que de abrir tienda como Antoine-Louis Barye o Pierre-Jules Mêne.