Ciguapa

(1951: 264) Recuerda Utrera a continuación: “Lo redujo a relación de semejanza con las pinturas que en España y en Italia la gente principal tenía como de seres extraños el obispo Alejandro Geraldini, quien dice en su “Itinerarium ad Regiones sub Equinoctiali” PIago constit.

218: “Que en una remotísima parte de la Isla ad Septentrión, frente de un monte altísimo e inaccesible en absoluto, hay unos hombres silvestres, con todo el cuerpo cubierto de vellos largos, excepto los pies, las manos, las rodillas y la cara, como se ven pintados en zaguanes y atrios en las casas de la gente principal en España e Italia, y que tales hombres evitan toda comunicación con los demás hombres, y si por caso alguna vez bajan al llano y se les ofrece ver a viajero alguno, con gran velocidad se recogen al monte que no hay caballo con que se les siga, que pueda ser más veloz que aquellos salvajes.”(Gabriel Atiles 2013) Esta criatura es principalmente parte del folklore de República Dominicana, Cuba, Puerto Rico[3]​ e inclusive de Centroamérica.

El problema está en el desarrollo tardío de la leyenda y su ausencia en otras poblaciones afroamericanas, incluyendo Haití.

Se dice que por esta razón debían estar preparados para los ataques de los caribes en cualquier momento y que lo hacían teniendo los pies apuntando al mar y el resto del cuerpo apuntando a donde estuvieran mirando entonces.

Ésta se llevaba de sus viviendas la comida, ropa y otra cosa que le fuera útil.

[6]​ También se cuenta que suele aparecerse a las mujeres campesinas para supuestamente seducirlas con el afán de reproducirse (para tener hijos).