Junto a María Egual están consideradas las únicas novelistas del siglo XVIII.
Así describirá la Plaza Mayor, el Rastro, Huertas, la plaza de la Cebada, la Puerta del Sol, el Paseo del Prado, teatros, hosterías, mesones… La narración siguiendo la estética barroca está interrumpida por poemas populares.
Termina la novela en primera persona esperando que haya complacido al lector.
Presentó a la censura una continuación, Las tertulias murcianas y segunda parte del instruido en la corte, pero no logró pasarla.
[4] En el relato del licenciado solo aparece una décima improvisada por otro forastero, sin embargo cuando están juntos, improvisan versos para cada ocasión con los que ilustran todo lo que están contemplando.