Por aquel entonces, Israel carecía de la tecnología y no contaba con astilleros necesarios para construir los barcos.
Esta solución vino tras llevar tiempo investigando como lograr la máxima efectividad al menor coste frente a unos enemigos superiores.
Este concepto se volvió necesidad cuando apareció la amenaza de los misiles antibuque SS-N-2 montados en barcos rápidos de clase Komar y Osa vendidos por la URSS a las armadas egipcia y siria.
En Israel se les instalaron lanzadores de misil Gabriel, cañones, ametralladoras y equipo electrónico.
El embargo francés no era problema ya que Alemania podía proporcionar todos los sistemas.