La perseverancia en la oración es un aspecto destacado en el Nuevo Testamento y se reconoce como una característica de los primeros cristianos (ver Lc 18,1; Rm 12,12; 1 Ts 5,17,).
Además, el esfuerzo diario por dirigir todas las actividades de la vida hacia Dios fomenta y motiva la oración personal.
Sin embargo, la oración no debe limitarse a los momentos de dificultad; también las alegrías y los anhelos nobles del corazón deben llevarnos a dialogar con Dios con frecuencia, dándole gracias por los dones recibidos.
Esta carta, al igual que la dirigida a los efesios, es llevada por Tíquico.
Más adelante, Demas se apartará «por amor a este mundo» (2 Tim 4,10).