A toro pasado se pudo comprobar que la mayoría de los diseños propuestos por el Comité Brabazon estaban destinados al fracaso.
Todas las propuestas buscaban ajustarse a las necesidades de las compañías del Reino Unido, de manera que las aeronaves resultantes no tenían por qué resultar adecuadas, y por tanto menos atractivas para otras aerolíneas.
En particular esto condenó al diseño Tipo I, en el que al reservar un gran espacio por pasajero como forma de contrarrestar la larga duración de los viajes, solamente se consiguieron unos costes operativos bastante altos que lo hicieron poco rentable.
El II-A fue fabricado de forma limitada al verse eclipsado por la mayor velocidad proporcionada por los motores turbo hélice del Tipo II-B.
Sin embargo el diseño terminó por resultar demasiado costoso y se decidió aunar esfuerzos con la industria francesa para crear el Concorde.