Su opuesto sería la alienación; la imposibilidad de ver la explotación capitalista en la propia vida cotidiana.
La primera refiere a la existencia de una clase como tal[4] y la segunda a los individuos que conforman dicha clase en tanto consciente de su posición y situación histórica.
Según el historiador Julio Aróstegui en aquel momento el calificativo de "consciente" se aplicaba al:[5]
[6]Sin embargo, 15 años más tarde, en 1917, al proponer el paso de "todo el poder a los soviets de obreros, campesinos, soldados y marineros" adscribió un grado de conciencia superior a ese mismo proletariado, tal como para dirigir el camino al comunismo y demandar que los intelectuales se sometieran a la "disciplina proletaria".
reflexionan que si, según la teoría marxista, el proletario debe ser consciente de la explotación que sufre, el burgués debería por lo tanto ser consciente de su atribuida "perversidad".
Ahora bien, a poco que cree poder verificar las infranqueables distancias entre ese llamado ético y su praxis, Popper cree ver cómo se resquebraja ese andamiaje abstracto únicamente conceptual.
Por ello, dice, nos dejamos impresionar muy fácilmente por teorías que apelan directa o indirectamente a nuestra moral y no nos enfrentamos a estas teorías de manera suficientemente crítica; para no ser sorprendidos y convertidos en complacientes y abnegadas víctimas, hay que situarse y posicionarse primero en el plano intelectual a una altura desde donde sea posible demostrar manifiestas inconsistencias, independientemente de lo expuesto con relación a la contrastación teoría/praxis.