El año 251, se celebró en Roma un concilio, por el Papa San Cornelio en el que se dieron resoluciones sobre los caídos en la persecución, En este concilio hubo cerca de 160 obispos, entre los que había un gran número de confesores de la fe.
También se vieron muchos presbíteros y Diáconos.
Allí se decidió que era permitido dar la paz a los caídos porque se necesitaba socorrer a los pecadores y curarlos con los remedios de la penitencia.
Viendo los obispos que no podían vencer la obstinación de Novaciano y de sus adherentes y obligarlos a renunciar una opinión que procuraban establecer, los separaron del cuerpo de la Iglesia.
Por lo demás, en el mes de noviembre del mismo año, renunciando los confesores cismáticos el cisma de Novaciano, fueron recibidos a la comunión de la Iglesia por el mismo Papa y otros cinco obispos.