Conrado Domínguez

Conrado Domínguez Rodríguez, pintor mexicano, nació en el año de 1950 en San Luis Potosí.

En 1963 asistió al taller de pintura y escultura La capilla; en 1965 ingresó a la Escuela Nacional de Artes Plásticas; en 1968 estudió grabado en el Taller de Gráfica Popular; en 1971 grabado en metal con el maestro Pal Anderson; en 1972 ejecutó un contrato para cinco murales en la carretera federal México Toluca; en 1973 inició el aprendizaje de las técnicas del tapiz en la Unidad Independencia del IMSS; en 1975 recibe una beca del Gobierno Francés por tres años para estudiar en la Ecole Superieur des Arts Decoratifs, Atelier Rohner y grabado en el Atelier 17 de Stanley William Hayter (estudio por donde también pasaron Pablo Picasso y Francisco Toledo).

Conrado Domínguez utiliza lo conceptual para hacer llegar a su público lo que más le interesa: las emociones, las cuales quedan expuestas en su arte.

A esa soledad del ser la acompaña el eterno oportunista de la humanidad: el sol.

Cornado Domínguez dicta los eternos retornos donde lo circular permanece y las estructuras llevan a lo mismo, la destrucción de la honradez.

Esta búsqueda de la identidad nacional se mantuvo durante los años treinta en el gobierno de Lázaro Cárdenas; sin embargo, sólo hasta los años cuarenta y cincuenta, el movimiento muralista se enriqueció con una nueva tendencia denominada “integración plástica”.

Esta tendencia propició el desarrollo de la escultura monumental urbana en los años sesenta, en la que el espacio al aire libre “comenzó a ser visto más conscientemente como una unidad en la cual podrían participar objetos, señales y símbolos”.

En el siglo XXI, aunque han surgido muralistas no tan representativos en las crónicas artísticas nacionales e internacionales, se continúa con el fenómeno de apropiación de los espacios públicos y al igual que sus predecesores, se pintan “murales-textos” en palacios municipales, hospitales, escuelas y mercados.

Respecto a la obra de Conrado Domínguez, Carlos Fuentes escribió "La iconografía del sol es rara, como si en la pintura -igual que en la naturaleza- su luz pudiese incendiar nuestras miradas.

Tal es, acaso, la diferencia más profunda entre las concepciones occidental e indoamericana del mundo.