En la época, el término corso (un italianismo derivado del latín cursus, carrera) se aplicaba a los arrieros encargados del transporte de mercancías de forma ágil y acelerada, a corso.
[1] La situación geográfica de Navarra, en la frontera pirenaica, le había llevado a implicarse, como ocurre con otros territorios septentrionales españoles, en la guerra contra la Convención (1793-1795) que apenas se dejó sentir en tierras más meridionales de la península ibérica.
Al choque bélico de esos años, se sumó el fuerte contraste ideológico de una sociedad fuertemente rural y religiosa ante la ideología revolucionaria francesa que rebasaba el Pirineo cuestionando valores fundamentales como «su Dios, su Patria y su Rey cautivo.».
Por su parte, Andrés Eguiaguirre, aunque revestido de poder y mando por José de Palafox, que le nombró coronel, aunque sin experiencia militar, no fue visto ni reconocido en Navarra como tal.
Más bien seguían viendo al salteador anteriormente conocido complicando la labor del nuevo coronel para reclutar tropa.
Ambos hijos, durante el segundo sitio de Zaragoza, habían caído prisioneros junto con otros oficiales, entre quienes destacaba al coronel Mariano Renovales.
[11] La reacción francesa no se hizo esperar tras la fuga mostrando una actitud agresiva hacia el valle que daba refugio a los liberados enviando de inmediato un destacamento de castigo formado por 600 granaderos y cazadores.
En esta plaza se localizaba por entonces el ejército español del general Blake y los prisioneros, dada su alta graduación, fueron canjearlos.
[19] Entre los primeros, se le unen figuras como Félix Sarasa Aldareguía, alias Cholin, Ramón Elordio, Azcárate o Lucas Górriz.
Miguel Sarasa, un guerrillero aragonés, se unió con sus fuerzas a Mina rechazando ambos una columna francesa en el puente del río Aragón y manteniendo más encuentros en Sangüesa, luego en Caparroso, una vez más en Viana y finalmente en Tudela.
Buget al día siguiente puso a su caballería en persecución del Corso Terrestre que padeció la baja de doce voluntarios acuchillados por las tropas galas.
Se buscaba un cuerpo paramilitar que luchara ordenadamente rehuyendo la indisciplina propia de otras guerrillas.
Con ello el Corso Terrestre se desintegró, aprovechando la coyuntura el gobernador militar de Pamplona Dufour para erradicarlo, bien ofreciendo indulto a quienes depusieran las armas, entregándose ante las autoridades locales, bien amenazando con fusilar a cuantos fueran apresados con las armas en la mano.
La decisión para muchos no fue fácil pero algunos guerrilleros continuaron actuando, como Pascual Echeverría “el carnicero de Corella” o como Juan Hernández “el Pelao”, que supo atraerse buena parte de la caballería del Corso Terrestre.