Mucho antes fue rechazado en el seminario en Colombia por su edad, no obstante, gracias a su insistencia, el padre Juan José de Cock, Comisario General de los Franciscanos Belgas en Chile, lo aceptó en circunstancias que visitaba este país.
Entonces, lo mandaron al Perú, pero por situaciones del destino, el barco se pasó y llegó a Chile.
Sin embargo, continuó su misión itinerante, recorriendo diariamente las caletas de pescadores o construyendo sus cruces y capillas.
Montado en su caballo blanco, a pie o en tren, el Padre Negro recorrió minas, caletas, haciendas, y todo lugar poblado existente en la antigua provincias de Atacama, impartiendo los sacramentos, en una misión evangelizadora, que muchas veces fue criticada hasta por la superioridad de la Iglesia.
Luego al llegar al puerto, el Padre ya había arribado hace bastante tiempo, pero ni un vehículo los había repasado; También se anticipó a muertes, lutos o enfermedades, y tuvo sueños premonitorios, como cuando vislumbró encontrar rieles enterrados en el patio de la parroquia en Caldera, y posteriormente los encontró.