El nacionalismo se mezcló con problemas de carácter étnico, religioso y cultural.
Las grandes potencias intervinieron en todos ellos según sus intereses, bien de forma directa, caso de Austria-Hungría, Rusia e Italia, o indirecta, como ocurrió con Alemania, Francia y Gran Bretaña.
Bulgaria fue derrotada y los territorios en disputa pasaron a Serbia.
También hubo fricciones entre Grecia y Alemania originadas por las aspiraciones de los helenos sobre la región del Epiro (de lengua griega) que había quedado bajo soberanía albanesa.
Estas circunstancias convirtieron los Balcanes en un auténtico polvorín que estallaría meses más tarde.